viernes, 12 de noviembre de 2010

Los beneficios secundarios de estar mal.

“Para Piaget (...) el concepto de desarrollo tiene una entidad diferente al de aprendizaje y al de maduración. Estos últimos, junto con los que Piaget llama experiencia social, son factores que intervienen en el proceso de desarrollo, pero que por sí solo no lo explican. Piaget invoca otro factor fundamental: la equilibración, un concepto complejo que hace referencia a la propiedad de los seres vivos de reorganización interna o tendencia a superar desequilibrios provocados por distintas fuentes de perturbación. Dentro de esta concepción, el aprendizaje tiene límites impuestos por el propio desarrollo (el nivel de desarrollo que alcanzado por un sujeto determina qué puede aprender) pero a su vez, los nuevos aprendizajes impulsan el desarrollo mental hacia estados de mayor equilibrio…”(*)

No todo lo que se aprende beneficia al aprendiz. Cuando aprendes que el equilibrio está en el malestar puede ser que no te estés haciendo mucho bien, pero aun así actúas como aprendiste.
¿Por qué? Porque es útil. No hay razones fijas, depende de lo que a ti te haga más falta, de lo que menos habilidades tengas para conseguir y por eso te veas empujado a formas que hacen pupita. Son los beneficios secundarios de estar mal. Aparecen cuando piensas…

...que te verás recompensado a la larga si lo haces, porque piensas que el mundo es justo y restablecerá ajenamente a ti todo lo que haya estado desequilibrado antes.

...que tienes que esperar a estar terriblemente enfermo para pedir algo para ti o para que te cuiden, incluso más de lo que necesitarías de normal.

...de manera pesimista porque temes ilusionarte y decepcionarte si empiezas a hacerlo más optimistamente.

Y más, pero no soy tan original como para seguir poniendo ejemplos de situaciones. Realmente te compensan, no es que estés tarado. Es que es una buena manera, pero pregúntate a ti mismo por cuanto tiempo estás dispuesto a soportar el malestar por conseguir cuatro cosas buenas. A esto se le llama falsa conciencia y es ver solo las partes buenas de una situación y las malas olvidarlas.

Si no quieres cambiar, al menos se consciente de que el mal te lo provocas tú, nada de echar balones fuera. Tampoco olvides que el principal perjudicado eres tú (de nuevo). No lo hagas por los demás ni por el qué dirán. Si piensas que el mundo es justo, que tiene que venir alguien a hacerte las cosas o que lo malo y lo bueno dependen de fuera y no de ti… te estás quitando muchas posibilidades de encontrarte mejor actuando tú.

Sí, cuesta. Y sí, puede que no hayamos sido conscientes hasta ahora. Y éstas tampoco te sirven como excusas.
Cualquier actitud como el pesimismo, el optimismo, el hacerse cargo de uno mismo o dejar que los demás se responsabilicen fluye. No importa lo que te beneficie o perjudique. Fluye. Se mantiene en el tiempo porque vas a seguir haciendo lo que te resulta útil y por eso es más fuerte que otras que vayan en otra dirección.

Imagina por un momento un rio que lleve mucho tiempo fluyendo por el mismo lugar. Cuando un afluente incide en él, abre un surco, pero no cambia su dirección a no ser que éste sea muy fuerte, constante o que sean más numerosos. Como cuando actúas optimistamente y ves ideas pesimistas (y al revés). Abren un surco en ti, pero no te cambian a no ser que éste sea muy fuerte, constante o que sean más numerosos.

El cambio está ahí y depende de ti también. Porque tú no eres solo un rio que recibe corrientes de aquí y de allá y le moldean. Ese cambio no solo depende de lo que viene, si no de cómo reaccionas a eso. Si cuando ocurre algo bueno no quieres tenerlo en cuenta y cuando algo malo ocurre lo magnificas (o al revés, de nuevo) te perderás una parte importante de la información… Y así no hay quien aprenda a encontrar un equilibrio que le satisfaga.

(*) http://www.ucm.es/info/psicoevo/Profes/IleanaEnesco/Desarrollo/PsDesarrolloEnesco.pdf