Aunque
las emociones nos proporcionan información valiosa sobre nosotros
mismos y nuestro entorno, no es saludable estancarse en ellas. Según
Gonzalo Hervás, las emociones son como un fluido: en ocasiones se
desbordan brevemente, siendo relativamente sencillo volver a
llevarlas a su cauce mediante estrategias de regulación emocional.
Sin embargo, existen algunos factores que intensifican y alargan la
duración de las emociones. Estos factores favorecen su
desbordamiento y nos ponen en riesgo de padecer trastornos de
ansiedad y depresión.
Uno
de ellos es el propio rechazo hacia las emociones. Se tiende a pensar
que nuestras emociones aparecen sin motivo
o bien están ahí para molestar. Pues bien, las emociones generan
algunos falsos positivos porque son señales conservadoras: al mínimo
indicador de riesgo o alarma mandan el mensaje. Por ejemplo, estás
en tu casa por la noche y escuchas un ruido. Probablemente sientas
miedo, aunque un instante después razones que ese ruido proviene de
la casa de tu vecino y no de un ladrón entrando en la tuya. Una
estrategia
para no amplificar las emociones negativas
es reformular lo que pensamos sobre nuestras emociones, teniendo en
cuenta que es
normal sentirse así.
En otras palabras, disociarla de una cuestión de fortaleza personal.
A veces nos dejamos estigmatizar por lo que sentimos, desencadenando
otras emociones negativas relacionadas con nuestro autoconcepto y
autoestima. Por ejemplo, si tengo miedo puedo llegar a pensar que soy
una persona débil o cobarde (en lugar de pensar que es una respuesta
normal ante la situación que estoy viviendo).
Otro
factor que favorece el desbordamiento emocional es el estrés. Este
puede ser laboral, familiar o de cualquier otra índole. Dos
conocidos síndromes consecuencia de estas situaciones son el
síndrome
del trabajador quemado
y el síndrome
del cuidador quemado.
En contraposición, si experimentamos emociones positivas estamos
gestionando indirectamente nuestras emociones negativas, ya que estas
fluyen mejor y durante menos tiempo. Este es un buen punto para la
recuperación emocional del estrés.
A
modo de conclusión, desde mi punto de vista
la regulación emocional es un aprendizaje continuo
que nos permitirá manejar de una manera más eficaz los
contratiempos y conflictos cotidianos. Aun así, podemos encontrarnos
algunos obstáculos en nuestra regulación emocional. ¿Qué
dificultades sociales, personales o laborales consideras que pueden
afectar a nuestra regulación emocional?
Yo aporto una: Cuando una persona llega al punto de padecer un
trastorno de ansiedad, por norma general se le receta un ansiolítico.
Esto es beneficioso a corto plazo pero contraproducente a largo, ya
que la persona eliminará sus síntomas sin haber aprendido a regular
las emociones estancadas.