domingo, 16 de mayo de 2010
El leñador tenaz
Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche se acostó bien temprano. A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
—Me debo haber cansado –pensó y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol. Inquieto por el pensamiento del capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer.
El capataz le preguntó: — ¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
— ¿Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles.
¿De qué sirve, Demián, empezar con un enorme esfuerzo, que pronto se volverá insuficiente? Cuando me esfuerzo, el tiempo de recuperación nunca alcanza para optimizar mi rendimiento. Descansar, cambiar de temas, hacer otras cosas, es muchas veces una manera de afilar nuestras herramientas. Seguir en un punto forzadamente, en cambio, es un vano intento de reemplazar con voluntad, la incapacidad de un individuo en un momento determinado. (Jorge Bucay)
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Siempre, en cualquier velada, acabo citando algo de este hombre, y más en concreto, de este cuento.
ResponderEliminarFelicidades por las 1000 visitas ;)
Y preciosa foto.
Te quiero
mola la foto y mola la historia ^^
ResponderEliminarLOL, he vuelto a entrar y... ¡¡¡soy el 1111!!! XD
ResponderEliminar¡¡Te quiero!!