sábado, 20 de marzo de 2010

Felicidades! ^.^

Feliz cumpleaños, pequeño Guille.


¿Sabes? Quiero regalarte mis retales de un sueño. Así que ahí van.


Le conocí en un tiempo de cambio. De miedo a lo desconocido. De cambiar todo por no tener casi nada por lo que seguir. ¿Nuevo lugar de estudios, nueva vida? Sí… ¿por qué no?


Y me preguntó… Se interesó varias veces por mí, aunque no habláramos demasiado. Algo me decía que acabaría acercándome más y más a él. Me parecía un tipo muy interesante. Yo aún tenía en mente la famosa jerarquía de “es de un curso mayor, ay…” así que era algo inalcanzable para mí. Pensaba que no se iba a fijar en alguien como yo, porque le pareciera una niña o simplemente… alguien poco interesante.

Obcecada en mi opinión, ni se me pasó por la cabeza que pudiera parecerle alguien guay. Fue algo que tendría que averiguar más tarde.


Había encajado en el nuevo lugar, y con la tontería había pasado un curso entero casi sin notarlo… Él y yo manteníamos el contacto, aunque un poco desde la lejanía que implica no estar en el mismo curso. Esta diferencia parecía no importarle demasiado, ya que trataba a todos por igual, sin discriminaciones de ningún tipo. Me trataba con un respeto pulcro e informal al mismo tiempo, cosa que de entrada me hacía sentir muy cómoda en su presencia.

Más tarde tuve oportunidad de hablar con él algo menos banal que un “buenos días” y un par de “¿que tal estás?” y me cercioré de ello: Era una gran persona.


Fue un tiempo en el que yo quería cambiar. No quería ser yo, si no lo que yo tenía idealizado. Cambié los lugares por los que salía. Idealicé el centro de Madrid (y creo que aún no ha bajado del pedestal) y durante un breve periodo de tiempo pasé grandes momentos allí.

Por aquel entonces, el lugar especial que ahora mismo él ocupa para mí, estaba ocupado… por otro. Con pocas cosas claras las puertas de un lugar similar para mí se habían cerrado de repente y ese que ocupaba el sitio especial quedó prácticamente colgando de un hilo, un jodidamente fuerte hilo. Cascada y tras mucho contener, de nuevo una cascada, pública a veces.


Volví a Madrid un día que, cuanto menos, fue curioso. Cuando yo llegué él estaba esperando el autobús junto con unos amigos. No me iban a esperar y al parecer insistió para que lo hicieran. Sostenía entre sus brazos un bonito ramo de claveles rojos, ya que había quedado con su pareja. Para ahorrarse explicaciones de más alegó medio en broma que las flores eran para mí, por mi “cumpleaños”. Cuchicheando en voz baja me enteré de que el suyo era un día después del mío. Oh, misterio…

Pensé, fantasee por unos instantes en cómo sería estar con él. Era genial en muchos aspectos y me daba un trato que ni yo creía merecerme. Y me sentí mal, por segunda vez en poco tiempo por pensar ese tipo de cosas.

Nuestros caminos se separaron en Plaza de España, aunque fueran a juntarse más tarde. Yo fingía estar bien, aunque no entendía muchas cosas. No entendía que hacía allí, ni porqué muchas de esas personas me mostraban una sonrisa que luego tornaba satírica a mis espaldas. Uno de ellos me ofreció hablar para desahogarme, y… acabar juntando nuestras bocas, cosa que bastó para ilusionarme con que no iba a estar sola.


No había ningún progreso en el horizonte sobre esa soledad y la rabia y la venganza me comían por dentro. Lo cual devasta, aunque sea sin querer. Todo parecía estar fuera de mí, demasiado lejos. Aunque… puesto que los que tenía cerca no esperaban nada de mí, al fin podía permitirme ser yo, no tenía que rendirle cuentas a nadie. Escuchaba música. Descubría música. Me descubría a mí entre esa música.

Inevitablemente él se acercaba más a mí, y eso me permitía olvidarme de con quién me había besado o con quien había querido estar. Aunque sólo nos viéramos en los recreos, eso era más que suficiente para transportarnos por unos momentos a otherside. A veces las coñas entre los de mi grupo eran muy ácidas. Y en una de esas ocasiones él clavó sus ojos en las gotas de los míos.


Un 2007 dejó paso al 2008. Tras las rigurosas vacaciones navideñas volví a clase. Todos seguían ahí, los preferidos y los no tanto. Aunque ahora yo empezaba a parecerme un poco más a mí misma. Poco a poco me despojaba del disfraz tejido de miedo. Como dice la canción “La enlazaron y se ha desatado y ondea por la acera el vuelo de su falda”. Y ge, entre otras cosas… Me hacía sentir bien. Para él era su pequeña, su pequeña uve.


El viaje a Valencia que había preparado el colegio fue condimentado con apreciadas compañías, lentillas rotas para niñas bonitas de los ojos azules, jenji, jamfri, orejas de gato, lentejas de rabia… y confesiones al oído por parte de ge en una cama individual de hotel.

Varios “te quieros” que no sabíamos por donde iban a salir.


Y uve, un poco confusa después de una semana de pensar en el tema, corrió mucho aquella tarde, porque no llegaba al metro. En Puerta del sur iba a encontrarse con un ge que leía “El principito” y al que no le importaba esperarla. En el metro la música sonaba mientras ellos dos se cogían de la mano.


Llegando a Ópera seguimos caminando con las manos enlazadas. Recorrimos Arenal con emoción y quizás con un poquito de susto.


Ya sentados en un Starbucks, mi cabeza se instaló sobre su hombro en una conversación que me hacía darme cuenta de muchas cosas. Cosas que me impulsaron a pasar de un beso en la mejilla a uno que buscaba su boca… A querer tenerle en mi vida de otra manera, de una manera tan chachi… que desde aquel salto aún estamos volando.


Te quiero mucho, pequeño.


Ha sido una mañana inolvidable… Como todas las que pasan en un parque...


(Y si pinchas en los links de colores que salen, te encontrarás unas cuantas canciones guays, pero es mejor abrirlas en una nueva ventana, ya que el Blog insiste en que sea en la misma.)

Delicioso ego...

Hay una manera de sentir el yo, llamada Ego, que aparentemente nos permite ser nosotros mismos.

Teniendo en cuenta nuestros recuerdos, interpretaciones, opiniones, emociones, etiquetas… hace una construcción de lo que nosotros somos. Ésta construcción acaba por ser algo estático, a lo que presumiblemente hemos de ceñirnos.


Nos limita. ¿Y por qué? Dirás. Si parece que nos ayuda a conocernos. Precisamente es lo que parece, pero el Ego solo es un disfraz que hay que mantener. No es un conocimiento de nuestra personalidad, puesto que nosotros somos seres cambiantes, por suerte. Nuestra mutabilidad es una manera de adaptarnos, de sobreponerse a las circunstancias adversas. Si no cambias, te estancas.


Precisamente el Ego lo que produce es este estancamiento, en beneficio de tener referencias sobre lo que ser. Referencias, etiquetas a las que cada uno elige y que uno mismo se fija como chicle al pelo. Sin darnos cuenta – quizás por el miedo a no ser nada definido -, de que de esta manera nos limitamos a un pequeño reducto de libertad, en el que nos quedan pocas opciones sobre lo que ser. No podemos crecer libres: La casa es más pequeña que nosotros.


Por otro lado, esta construcción del yo nos sirve para tener algo estático que ofrecer a los demás. Está claro que si somos previsibles, el resto confiará más en nosotros, porque sabrá como reaccionaremos y podrán actuar en consecuencia. O nos podrá llegar a alabar como grandes personas que en realidad no somos, que solo fingimos ser. Cosa que dará alas al Ego para seguir presente en nuestra vida.


Además, esta forma de estructurarnos, nos hace tener una perspectiva muy partidaria. Un perspectivismo cuyas diversas opiniones - distintas, pero no por ello menos válidas, - no se suman a las de otros para tener una idea global de la situación. El Ego mata nuestra empatía, porque nos dificulta saber porqué las personas quieren ser distintas a nosotros, a nuestra idea de perfección y porque tienen una idea de la realidad distinta. Esos puntos de vista no tienen cabida, por desgracia.


Por todo ello, la llamada muerte del Ego acaba siendo una apertura de mente hacia una nueva diversidad de horizontes.

domingo, 7 de marzo de 2010

Hablemos de... Ortega y Gasset y su teoría filosofica molona.

Ortega responde a las principales preguntas que se ha hecho la metafísica desde tiempos inmemorables - ¿Qué es y en qué consiste el ser? (su esencia) – definiendo la realidad y el ser fundamental.

La realidad fundamental es la realidad radical o “el Todo” que es externo a nosotros mismos.

Ortega piensa que el ser fundamental se corresponde con el hombre, con la vida individual: la vida mía y la tuya, la de cada cual.

Existe cierta dependencia entre el ser y la realidad fundamental. "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Tanto el ser como la realidad toman sentido estando juntos.


El ser sin la realidad no puede considerarse completo, porque le falta la experiencia que le da la misma. El hombre no está completo sólo con la ontogenia (lo que trae de serie por decirlo así, lo innato) ni solo con la filogenia (la experiencia que recibe), precisa de una síntesis entre ambas para conocerse y construirse.

A partir de esto desarrolla la teoría del «raciovitalismo», basándose en la razón vital que plantea en sustitución de la razón pura cartesiana de la tradición filosófica. Esta razón integra todas las exigencias de la vida. Permite al ser adaptarse y crecer tomando la circunstancia como un globo atado a una cuerda, no como una bola atada a una cadena

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La realidad radical necesita del ser porque ha de apreciarse a través de la vida.

No la vida en abstracto, ni biológicamente hablando, sino la vida en la que nos desenvolvemos: el conjunto de experiencias o vivencias que uno experimenta como individuo, la que da sentido a la propia existencia y completa la de los demás.

El perspectivismo o «doctrina del punto de vista» sostiene que toda percepción e ideación es subjetiva. El individuo mira desde un punto de vista concreto, en una dirección propia.

Sumergido en una masa con un ideal concreto y rígido el hombre no se realiza, solo es un grano de arena más. Yo hago la comparación del ideal de la masa con una moda (la que sea).

Además de las distintas modas suele aparecer la típica masa antimoda que se toma tan al pie de la letra lo de ser individual que en cuanto algo que hacen se pone de moda, automáticamente odian dicha cosa. En cambio, estaría mejor saber porqué lo haces y continuar haciéndolo, porque para ti sigue teniendo sentido.

Eso es…

Hagas lo que hagas o pienses lo que pienses, procura que siga encajando con tu perspectiva de las cosas, con tu verdad... o modifícalo en consecuencia.

Para Ortega, la perspectiva es la forma que adopta la realidad para el individuo. Esto no le hace caer en el subjetivismo, pues para él cada sujeto tiene su propia forma de acceder a la realidad, su propia parte de verdad, que puede ser incluso contradictoria con la de los demás.

La verdad absoluta, puede ser la suma de las perspectivas individuales. Es por esto que hay que tener en cuenta a las minorías, porque aunque pequeña, hacen una valiosa aportación a la verdad.


*Ortega y Gasset en una fotografía tomada por la prensa en los años 50, se le arrugan las sienes de pura malicia.