lunes, 31 de mayo de 2010

Emociones


Pareciera que las emociones fueran un estorbo en nuestra vida y a veces incluso desearíamos que desaparecieran. Lo pernicioso del asunto es que ni siquiera nos cuestionamos para qué están ahí. Por la mente de muchos pasará la ocurrencia de que están para joder y ya, que son algo “irracional”, aunque como casi todo, las emociones también tienen grados que nos benefician o no.

Las emociones existen para focalizar nuestra atención en algo concreto que necesita ser resuelto, planteado o aceptado: nos inducen a hacer algo específico. Nos ayudan a decidir. Se dice que la emoción “nos atrapa” y ahí estriba precisamente la manera en que focaliza nuestra atención.


Si no tuviéramos emociones, no sufriríamos, pero tampoco tomaríamos decisiones ni partido en nuestras vidas. Esto difiere mucho con la idea que se suele tener de las personas poco emocionales: la de alguien que toma decisiones fríamente con éxito y sin verse apenas afectado por ellas.


Aunque parece que no compensaran tanto sólo porque nos permitan decidir, ya que a veces nos hacen sufrir... y de lo lindo. La clave está en que se sufre sólo cuando la emoción se ha mantenido demasiado en el tiempo y de manera muy intensa. No se ha resuelto la situación, la emoción ha perdido su función y luchar contra ella además duele. Ha quedado contaminada y nos contamina a nosotros.


Y ahí, influyen demasiadas cosas dependiendo de lo afectado que uno esté, de la persona, y váyase usted a saber de qué más.


Una de esas cosas es en qué se centre la atención voluntariamente. Porque aunque estemos sintiendo una emoción, podemos elegir lo que pensamos: si recordamos cada situación no resuelta como un fallo que no se podrá resolver y se repetirá en el futuro, o… recordamos el proceso como otra manera más de aprender de esa situación, para no pasar un rato tan acongojado en posteriores ocasiones.
A veces darle vueltas al tema ya no funciona más, solo satura, y es mejor cambiar de aires, dar una vuelta, no pensar en nada…

En ocasiones la emoción no finaliza porque no le damos oportunidad – y por eso nos estancamos-. Tomo palabras textuales de Jorge Bucay en Cartas para Claudia, que copiar está feo.


Cuando algo me confunde, tengo dos posibilidades. Una, salir de la confusión, y dos, dejarme estar en ella. El primer caso es el de la interrupción (…) que es el mecanismo por el cual el neurótico impide que un proceso se desarrolle naturalmente y concluya por sí mismo. Quizá en apariencia se obtenga una sensación de tranquilidad, pero esa tranquilidad es por "superar el miedo a estar confuso", y no por aclarar qué me confunde.

Sólo la confusión es un proceso normal del darse cuenta, a partir de ella surge el contacto con mi (des-cubrir) la realidad. Cuando no me interrumpo, dejo que el proceso se complete y se agote. El salir de la confusión es, muchas veces, la consecuencia de dejarme estar en ella.

3 comentarios:

  1. Es muy hermoso, y coincido contigo en gran parte. Pienso que hay situaciones en las que debemos dejarnos llevar por la emoción, no digo que haya que abandonarse a lo irracional, sino "escuchar" dentro de nosotros mismos, ver qué es lo que realmente queremos, y actúar en consecuencia. De hecho, está demostrado que el cerebro (o el corazón si se prefiere llamar así) decide "por tí" instantes antes de que uno se de cuenta de lo que está ocurriendo, y en éstas ocasiones generalmente es bueno hacerle caso. Pero si ésto fuese sólo así, ¿para qué querríamos la, por llamarla de alguna forma, razón sin adulterar por la emoción? En otras ocasiones, aunque algo en nosotros nos diga que tenemos que hacer algo en concreto, y hacerlo YA, puede que no sea lo más conveniente. Es entonces cuando tenemos que parar, pensar, recapacitar y evaluar lo que queremos hacer, los pros y los contras, porque aunque sea imperioso el deseo que tengamos, alguien (incluso tú mismo, a la larga o a la no tan larga) puede salir perjudicado. Por eso, ¿hay que dejar llevarse por la emoción? Sí, pero hasta cierto punto y con cuidado, uno no es la única persona en el mundo, y la cuestón es no hacer daño a nadie siempre que se pueda evitar (y, de hecho, suelen ser más las situaciones evitales que las inevitables).
    Tú misma has dicho algo parecido, con otro matiz, en "Una de esas cosas es en qué se centre la atención voluntariamente. Porque aunque estemos sintiendo una emoción, podemos elegir lo que pensamos"; En base a ese párrafo también te diré otra cosa: La situación ideal sería ver cada escollo en el camino como algo de lo que aprender y aprovechar, y no quedarse mirando esa dificultad y lamentándose de ella. Pero como toda situación ideal, se da muy pocas veces. Cuando nos turbamos por algo, es fácil darse cuenta de qué actitudes nos van a ayudar y qué actitudes nos van a hundir más en el pozo, pero llegar a realizarlas es otro cantar. Además, sobre todo cuando el dolor, la dificultad, o lo que sea que nos ocupe está reciente, hay una especie de placer sádico que surge del regodearse en la propia desdicha. No es lo más saludable, pero ayuda a romper a llorar, limpiarte un poquito por dentro y poder hacer frente a lo que sea con mejor cara y más fuerzas.

    Por lo demás, tienes unos ojos preciosos.

    Te quiero, brujita.

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  2. Yo suelo ser bastante impulsivo y me dejo llevar por las emociones, y aunque a veces me arrepiento después, tampoco he llegado a desear que desapareciesen u.u

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  3. El blog es maravilloso, tiene una madurez muy bonita y sabia. Espero que sigas así. Me ha encantado esta entrada. Espero que llegues a ser una encantadora y buena psicóloga!
    Besos

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